Un humano adentro, un robot afuera

Heriberto Duarte Rosas

La danza contemporánea es un espacio donde todo sucede. Aquí el cuerpo es y deja de ser. Las propuestas son infinitas. En la antesala del cierre de Un Desierto Para la Danza XX4, en la función para niños, las posibilidades infinitas las pone en el escenario: Saga, el robot actuante. De ASYC / Teatro del movimiento.

El Teatro Íntimo Xicontecatl Gutiérrez es el lugar para que las vocecitas de los niños se sorprendan siendo parte del cuarto de juegos de Daniel, de sus juguetes, de las figuras en movimiento, de la virtud de vida de un robot.

Alicia Sánchez dirige, Bioscénica y Posgrado de Diseño Industrial de la UNAM, hacen posible la convergencia del arte con la tecnología y estamos aquí conmoviéndonos con el parpadeo de un robot, su voz de robot, sus movimientos de robot. ¿El arte nos sensibiliza en la viveza de una máquina? ¿Convivimos tanto con la tecnología que desarrollamos un afecto hacia ella? ¿No nos duele ver cuando se quiebra un Smartphone?

Daniel es un niño de nuestros días, conviviendo con medios electrónicos, aislado. Saga, el robot, le provoca y le invita a jugar en el afuera, a ser parte del mundo y a perder o a ganar que sólo es un juego. “Esto se va a poner bueno”.

La obra se basa principalmente en el fenómeno hikikomori, un término japonés para referirse a reclusión o confinamiento. Se cataloga como una enfermedad que protagonizan jóvenes que han decidido vivir entre cuatro paredes e interactuar sólo a través de pantallas y con artefactos tecnológicos.

La reflexión de lo que acontece en escena nos lleva a tumbar las puertas, a salir a respirar vida y ensuciarnos la ropa, a sudar para anotar un gol, a apagar de a ratos el ordenador y darle clic a una dosis de naturaleza.