Un lenguaje: la danza, Martha Cano

Por Astrid Arellano

Martha Cano es bailarina y es mexicana. En las suelas de sus zapatos lleva sueños que se imprimen como huellas en el camino que inició en Veracruz, un trayecto que fue andando –no, más bien bailando– hasta Brasil.

Martha baila y enseña en Quasar, compañía de danza dirigida por Vera Bicalho y Henrique Rodovalho. Es intensa y sabe entregarse. Se reparte en pedazos grandes y la probamos cuando danzando se vuelca sobre el escenario.

No singular –que en español, se traduce ‘En singular’– es el nombre de la pieza coreográfica que interpreta al lado de seis bailarines más; esto en el Desierto para la Danza, edición número veinticuatro, aquí en Sonora.

Sobre su ofrecimiento de danza con venas mexicanas, conversamos:

–¿Cómo fue que llegaste a Brasil con Quasar?

Después de que me gradué, Jorge Camarena me invitó a bailar a su compañía en la Ciudad de México y me tocó ver muchas compañías diferentes, de otros países. Quería salirme del país para ver otros mundos, ya había estado en tres escuelas por esa curiosidad de ver cómo eran otras cosas y no iba a ser diferente después de graduada.

Estando en eso, vi a una compañía que me encanta y que está en Brasil, en Florianópolis, que es Cena 11, les escribí que si podía ir, me dijeron que sí y pues órale, ahorré y me fui con ellos; solamente que no necesitaban bailarines. Entonces me aprendí la técnica que ellos usan, que es bien específica, y después me invitaron a dar un curso en Goiânia y me invitaron a bailar un solo que yo tenía de Víctor Ruiz.

Después de bailar un coreógrafo me vio y me invitó a participar en un proyecto de un año en Goiânia, entonces me cambié para vivir allá, trabajé con él, después trabajé en una escuela coreografiando y dando clases, hasta que Henrique (Rodovalho, director de Quasar) me llamó y me invitó para que coordinara el grupo joven de Quasar y empezamos a trabajar juntos; de ahí me invitó a entrar a la compañía.

–¿Qué le puede aportar a Quasar una mexicana, a una compañía brasileña?

Los mexicanos somos muy intensos, creo que esa es la palabra. Nos damos mucho, de corazón, esa es una cosa que veo que yo tengo. Henrique coreográficamente es muy plástico, muy limpio, muy preciso, muy todo y yo bailando con mi intensidad, más esa cosa tan limpia, resulta una mezcla interesante.

–¿Cómo es que se mezclan ambas culturas? Vemos mucho de Brasil en escena, ¿tu parte mexicana también está ahí?

Creo que eso es lo bonito de los bailarines; puedes ser de cualquier parte del mundo, pero el lenguaje del cuerpo es uno. Mi alma baila como mexicana, como brasileña, como china, como lo que fuera. Expresar con el cuerpo lo que tú sientes, es lo bonito de cada persona, porque somos únicos, entonces no importa la nacionalidad, yo creo que es la persona misma, el ser humano que es único y cada uno representa la danza diferente.

–¿Cuál es el concepto de No singular?

Como lo dice el mismo tema, No singular es sobre la singularidad de cada persona, como lo que yo comentaba sobre el ser humano que es único; aquí es la misma cosa, solamente que en el espectáculo lo hacemos de una forma más fría, más para reflejar lo que está pasando en el día a día con los medios de comunicación.

Todo mundo vive en Facebook, todo mundo vive viendo fotos, todo mundo vive solo con los medios de comunicación, cada uno en su universo; es así hoy en día y a veces la gente se encuentra, pero otras veces siguen solos, que es normal pero cuando es porque estás muy en la Internet, ahí ya no es tan chido. Así lo representamos en la danza, es un poco de lo que hablamos divertidamente sobre cómo cada uno es singular.

–La danza no siempre tiene que ser seria, lo vimos en No singular. ¿La danza se puede prestar para bromear, para jugar?

¡Sí! Y es una de las cosas muy características de Henrique, que es lo chido. Sí, tenemos esos espectáculos muy fuertes, muy pesados; pero él es muy irreverente, él siempre le da un toque cómico, que se sale fuera de lo normal y eso es lo que lo marca mucho en Brasil, es el único coreógrafo con estilo propio, ‘el estilo Rodovalho’, la manera particular de moverse. Él tiene esas dos cosas, no solamente es seriedad; juega con los sentimientos del público, a mí se me hace increíble y muy inteligente. Pasas por varios estados de ánimo como espectador y como intérprete, eso me encanta.

–Hay una parte interesante en el espectáculo, la gente es invitada a participar. ¿Qué importancia tiene la interacción con el público?

Es realmente compartir con nosotros, para que el público vea qué es estar de este lado también. La gente piensa ‘ah, son intocables’; pero no, somos seres humanos igual que todo mundo y cuando se suben al escenario se encantan y ven un poco el otro lado. Se da el salto de estar allá sentados a luego estar acá arriba, es otra cosa, es otro mundo. Deja de ser la relación bailarín-espectador, no; somos uno mismo.

–También hacen uso de la voz en el montaje…

¡Sí! Una de las cosas de Henrique es que dijo que quería usar voz, de hecho en el último espectáculo cantamos y todo. Siempre está buscando cosas, no sé, para usar todo, porque no solamente tenemos el cuerpo; tenemos los sonidos, los ojos, todos los sentidos.

Fuimos creando frases, después él las fue conectando, no sé de qué manera, con la inteligencia que él tiene, porque es un genio. Después les empezó a poner ritmo, fue creando como un rompecabezas, también hicimos cambios, porque el público te va diciendo, es como un termómetro; si se ríen, si no, si les gusta, si no. Fue un juego y fue colocando todo de alguna manera y dices qué loco, es una frase entera pero de palabras separadas, hace sentido y a la vez crea un sinsentido.

–¿Cómo es el proceso creativo de Quasar? ¿Trabajan en colectivo, el director les dice qué hacer, cada quien aporta?

Ya he pasado por varios montajes con Henrique y siempre es diferente, o empezamos por la música, o él con una idea fija que después se va desenvolviendo, o realmente lo que los bailarines aportan y sobre eso él va trabajando; cada espectáculo es diferente, cada proceso creativo es diferente.

Lo único que sí sé y que siempre se mantiene es que Henrique aprovecha lo mejor de cada bailarín, independiente de las ideas o trabajando en esa idea ya busca quitarle o sacar lo mejor del bailarín y eso es muy rico porque te desafía también. A veces piensas que no puedes hacer ciertas cosas, pero sí, él te hace que las hagas y eso es muy padre, es una confianza de él para nosotros y nosotros para él, confiamos en su trabajo y él en el nuestro.

–¿Qué particularidades ves en la danza brasileña?

Yo veo que la danza en Brasil es más leve, tiene un toque más de fiesta, un poco más rica. Es cultural: nosotros los mexicanos somos más dramáticos, más intensos. Tocamos temas fuertes, por toda la violencia que hemos vivido, por todo lo que pasa en el país y Brasil no, tiene esa felicidad, ese frescor, porque los paisajes te dan eso, la naturaleza que hay allí es increíble, entonces viven todo eso, termina siendo la danza así, bonita, fresca, rica.

–¿Te llevas algo de México a Brasil?

¡Todo! Todas las energías; México es increíble. Ahorita lo entiendo, no sé si porque ya estoy más vieja, porque ya salí, ya viví o por otras cosas; pero yo veo cómo somos fuertes; los mexicanos somos muy fuertes. Eso verlo y constatarlo es maravilloso, me estoy llevando la energía de los aztecas, mayas, olmecas, de todo; los árboles, las personas, la tierra, me estoy llevando todo en mi corazón para Brasil.

–¿Qué deja en ti hacer danza, compartirla?

La danza es mi vida, yo creo que Dios me dio un don y lo tengo que usar para llegar a los corazones del público, eso me deja feliz. El escenario es un lugar mágico, claro, pero lo más bonito es cuando me bajo de él y alguien llega y me abraza y me dice ‘felicidades’, ‘gracias’; ahí es donde yo sé que le estoy dejando algo en el corazón y eso es todo, eso le da sentido a mi vida.