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(SobreDesatados y LaAUDICIÓN)


Colaboración especial de Edgar García Véjar

 

Este domingo Un Desierto para la Danza nos llevó en un recorrido espacial, atmosférico, temporal, que nos hizo transitar entre lenguajes artísticos, técnicas y diferentes detonantes obsesivos que empujan a abordar la escena de maneras distintas. A continuación, mi bitácora de este recorrido multiplataforma.

 

A las calles con Antares (Plaza Zaragoza, 6:00 p.m.)
Lo que la compañía hermosillense nos mostró es un salto interesante, un agregado particular y notable a los trabajos del grupo, que deja entrever su quehacer alrededor de conceptos aunados a posturas sociales, de reflexión, pero además, revela de algún modo lo que personalmente consideraría una fórmula de construcción que para ellos ha sido eficiente, al menos en sus trabajos más inmediatos.
                 
Fue una obra complicada de ver, de apreciar en su totalidad y, permitiéndome dudar en este asunto, me atrevo a especular que quizás faltó algo de previsión en cuanto al espacio, aunque bien pudo ser una apuesta hacia lo performativo, hacia la intervención abrupta, dejando que el público distinguiera  lo que su posición en el lugar, sus referencias e incluso su humor e interés hacia esa ruptura del cotidiano, les permitiera.

 

El reto fue constante para los bailarines, de inicio a fin, y lograron sostener la estructura de la obra a través de sus notables habilidades y el llamativo despliegue coreográfico que, encantadoramente, el numeroso público siguió en masa, hasta el final. A partir de mi cercanía a la pieza, pude apreciar el discurso, tremendamente actual pero pasado también a través del filtro de estos personajes, estancados entre el cotidiano moderno y su origen, de mediados del siglo pasado. Un poco más alejado de la acción me dejé llevar por las opiniones de quienes frente a mí, tenían más claridad del planteamiento, y me agradó ver que más de un asistente entró en estado reflexivo aunque fuera fugaz, y disparado por una frase suelta, o un gesto. Más allá, cuando podía apenas escuchar la música y distinguir a los intérpretes, noté una falta de juego por parte de los mismos, como si ese divertimento no les divirtiera, a pesar de estar en personaje; sin embargo resultó entretenido y marca pauta para la exposición de piezas en espacios que presentan estos retos. Así fue Desatados, una serie de capas, en varios sentidos: en la interpretación, en la conjunción de elementos compositivos, y en las múltiples formas que había de apreciarlos.

 

Al teatro con Foco al Aire (Casa de la Cultura, 8:00 p.m.)
Luego del intermedio que representó viajar de un espacio a otro, nos recibió ante el vestíbulo del Teatro de la Ciudad, la introducción en loop hacia un espectáculo que no prometía más que incertidumbre. “Sola, sola, sola…” fue la frase interminable que nos dio la bienvenida a un espectáculo nacido de la obsesión, de una meticulosa búsqueda ridículamente humana, deslumbrante, perturbadora hasta cierto punto.
                 
Se desató, como mencionaron sus creadores, una caja de pandora de la que nació un desfile de luminarias sin rostro, cuerpos poseídos por decibeles melódicos, por canciones trastocadas  en un orden caótico y siniestro. La fiesta de la que formamos parte respondió a un juego nacido del  hacer, del gusto y la nostalgia, y esperaba contagiarnos de un ambiente que, aunque no era muy concreto, defendía a gritos su existencia.

 

La obra es estridente pero fina en su construcción, con un tejido técnico y un aprovechamiento del espacio dignos de mencionarse. Las referencias, nostálgicas e irreverentes lograban entretener, sacar de foco; los personajes surgieron de dentro del espectador mismo, y así, Dalí, Cage, la Doña, Yma, Costa y muchos otros, se hicieron presentes en un homenaje que los materializó a través del sonido, del color e incluso del silencio.
                 
De pronto, el espectáculo resultó cansado, y me hace cuestionarme hacia dónde se dirige la balanza en una obra que no parece apelar a ningún lenguaje particular, que queda fuera de la convención porque resulta extraño darle peso a su carácter tan bullicioso, sin embargo, no puedo evitar agradecer el atrevimiento de crear a partir de la fascinación, de lo obsesivo, que es a final de cuentas lo que da origen y forma a obras interminables.